sábado, 30 de abril de 2011

Sempere " Amigo generoso"


Este articulo esta escrito por Javier B. Martin en Julio 2009

Eusebio Sempere al igual que otros pintores de su generación, se preguntó: ¿Que ocurrirá con mi obra y mi colección, cuando yo ya no esté?
Algunos de estos artistas buscaron la solución en vida. Tenemos un primer ejemplo en Fernando Zóbel con Cuenca, ciudad que tanto le debe desde que instaló en “las Casas Colgadas” su colección de arte abstracto español, adquirida personalmente, pieza a pieza con mucho esmero y buen saber, como la historia ha demostrado. Por voluntad propia, este legado pasó a manos de la Fundación March aún en vida del artista.
Similar a la de Zóbel es la solución buscada por Gustavo Torner, con la donación al pueblo español, como a él le gusta decir, de gran parte de las obras que ha creado en su larga trayectoria. Es el Espacio Torner en Cuenca, en el marco incomparable de la iglesia de San Pablo, donde se puede ver una selección de las obras creadas por este artista.
Distinto planteamiento es el de aquellos artistas que confiando en una persona muy próxima y estimada estaban tranquilos del destino y cuidado de su obra. Es el caso de Salvador Victoria y Marie Claire. Gracias a esta perfecta unión vital y creativa disfrutamos de su obra en esta Fundación en la que nos encontramos, lógicamente con la ayuda y apoyo de todos los que creyeron en su proyecto.
Desgraciadamente también está llena la historia reciente de artistas que no contaron con esta suerte de continuidad, y su obra en algunos casos ha desaparecido de las exposiciones, esperando que con los años alguien se vuelva a interesar por ella, y todos tengamos la suerte de volverla a ver.
Eusebio Sempere, de quien vengo a hablar en mi condición de amigo personal, también quiso “asegurar” su colección (permítanme el juego de palabras con el recinto donde se conserva) donando al Ayuntamiento de Alicante obras propias y su querida colección personal, formada con significativas piezas de aquellos artistas a los que admiró. Si en el caso de Zóbel la colección fue adquirida gracias a su fortuna personal, en el caso de Sempere fue por intercambio de obra propia, en algunos casos con sus propios amigos artistas y en otros por intercambio con marchantes y herederos. Podemos citar el ejemplo del lienzo de Joan Miró, que intercambió por siete tablas de su propia producción. O el caso del la adquisición del Juan Gris, primer cuadro de este pintor que entró a formar parte de una colección pública de arte español, pues como decía, por esta “Nature morte a la serviette” de 1924, Sempere pagó 74.000 dólares de principios de los setenta.
Sempere tenía estudiados a fondo todos los aspectos sobre las obras que iba a donar, las cuestiones legales, y detalles como los carteles que deberían anunciar la existencia del museo e incluso cuándo debería ser la inauguración. A este respecto quiero citar las propias palabras de Eusebio, pues el ayuntamiento intentaba realizar la inauguración el día principal de la fiestas de la ciudad, a lo que Sempere les contestó: “es una fiesta muy especial (refiriéndose al día de les Fogueres de San Juan) y en cierto modo reñida con el silencioso mundo del arte. Me gustaría que la inauguración fuese un acto muy sencillo y sin discurso por mi parte” (1)
Gracias a la correspondencia entablada en esa época de Sempere con los representantes del Ayuntamiento de Alicante, podemos conocer los temores que el autor albergaba en su interior. En una de ellas dirigida a Ambrosio Luciañez, el que luego seria Alcalde de la ciudad, le dice: “El Ayuntamiento de Alicante debe ser depositario de esta colección y deseo que se pueda encontrar el edificio digno para albergarlo… Debe ser la mejor instalación de nuestro país sin egoísmos por parte de nadie. Sin nombre pues tampoco el mío quiero que figure en el título del Museo o Colección” (2).
En lo referente a las cláusulas legales de la donación, podemos destacar que seguiría siendo válida mientras se siguiese viviendo en un país con una democracia establecida, y que su colección era cerrada, no pudiendo incorporar a ella otras obras. Esto lo realizó para que una vez desaparecido él, nadie pudiera hacer presión para incorporar a otros artistas que no estuvieran a la altura de la colección. Y para terminar con este apartado quisiera aclarar la cláusula mas polémica en su día: en ella Sempere se reservaba la propiedad de cinco obras. Estas eran “La Montserrat” de Julio González, “Nature morte a la serviette” de Juan Gris, las dos obras de Miró, el lienzo “Femme et oiseaux “ y la escultura del mismo autor, y por ultimo la escultura de hormigón de Chillida. Ante las criticas por estas reservas Sempere respondió: “Yo tengo que tener conocimiento en mi subconsciente de que no me voy a morir de hambre” (3), haciendo referencia a los años de penuria económica que había conocido.
Debe de ser difícil para un pintor, que en la mayoría de las ocasiones está trabajando en su obra hasta sus últimos días, dejar su producción por un momento y detenerse a pensar en quién o quienes serán los que van a continuar cuidando y queriendo todo aquello que él ha creado. En primer lugar lo ha creado por la propia necesidad de expresar lo que tiene en su interior, pero también para mostrar a todos aquellos que lo deseen, ese mundo propio y trasmitir las sensaciones que hay en él.
En el mundo actual, el que recibe la sucesión de ese legado recibe una gran responsabilidad. Derechos y deberes que van indisolublemente unidos. La persona sobre la que cae esta responsabilidad debe ser conocedora de la obra que tiene que velar y defender. Uno de los aspectos más problemáticos es que no sólo se debe de cuidar físicamente de las obras, sino también de la parte intelectual que el legado conlleva. Legado material y legado intelectual forman un conjunto y no deberían nunca estar separados absolutamente. Pues mala función podría desarrollar aquel que poseyendo el legado del objeto físico no tuviera la obligación de cuidar también de su parte intelectual. Y al contrario, ¿qué sentido tendría que alguien a quien el autor no ha querido legar su obra creada, fuera el destinatario por ley de cuidar de la parte moral de la misma, para que nadie hiciera mal uso de ella?.
Centrándome ahora en la obra de Eusebio Sempere, quiero recordar que él siempre contó con la inestimable ayuda de Abel Martín. Abel realizaba sus serigrafías o preparaba las tablas sobre las que luego Sempere deslizaría su tiralíneas. En el campo de la escultura fue en los últimos años de vida de Sempere, en los que Abel más intervino; a partir de un boceto de Sempere, Abel resolvía cuestiones a veces técnicas, de montaje o de terminación de las mismas, que se iban resolviendo sobre la marcha, formando en estas ocasiones “un verdadero equipo artístico, con los roles bien definidos y asumidos”, como diría Pablo Ramírez en cierta ocasión (4). Pero “el maño” (era de un pueblo vecino a este de Rubielos, de Mosqueruela, donde Eusebio pasó largas y felices temporadas, descansando, recibiendo visitas de amigos como Zóbel, pintando sus paisajes...) digo que Abel era algo más, era el amigo que le animaba a seguir adelante, el que coordinaba sus exposiciones y el que al final de sus días cuidó de Sempere día y noche. Por ello sólo confió en él para el destino que iba a tener su obra personal.
Me gustaría que en esta exposición también supiéramos ver esa mano en la que tantas veces se apoyó Sempere.
Como muchos de vosotros ya sabréis Abel Martín y Sempere fueron los que introdujeron el método de la serigrafia en España. Estos dos pioneros aprendieron dicha técnica en los talleres del artista cubano Wifredo Arcay, en el París de finales de los cincuenta. En dicho taller ya estamparon obras para artistas de la talla de Block, Mortensen o Vasarely. A su llegada a Madrid Sempere y Martín realizarían uno de los primeros trabajos serigráficos para Lucio Muñoz. A partir de ese momento y en los años siguientes comenzarían a realizar estampaciones serigráficas para la mayoría de los artistas, muchos de ellos relacionados con nuestra querida Cuenca, como fue el caso de Guerrero, Lorenzo, Millares, Mompó, Rueda, Saura, Torner o Zóbel.
En cierto momento Abel Martín, al igual que abandonó la producción de su propia obra, llegó a abandonar la estampación de obras para otros artistas, para continuar en exclusiva con las serigrafías de Sempere.
Quisiera contar la anécdota ocurrida en la exposición-homenaje celebrada en Alicante en 1986, con motivo del primer aniversario del fallecimiento de Sempere. Abel era el comisario de esa exposición, y se encontraba a la entrada de la sala dando unos carteles que se realizaron para la misma. Se le acercaron dos señoras y le preguntaron si el autor se encontraba en la sala. Como les respondió que no, las señoras contrariadas le dijeron que el artista debería de haber acudido a la inauguración, a lo que Abel sin dar mayores explicaciones les contestó con el sentido del humor que siempre le acompañó: “Que más hubiera querido él que estar aquí hoy”.
A Sempere nunca le faltaron amigos, pues él se consideraba amigo de todos. Quiero citar algunas de las frases que algunos de ellos dijeron a propósito de su pintura y su amistad mutua:
Rafael Alfaro: ”Con sus líneas de color nos va contando, nos va cantando su vida, la de todos nosotros.”
- Rafael Canogar: “Su obra es, al igual que su apariencia, delicada y armoniosa, lírica y musical, pero que encierra la fuerza de la claridad: la de un lenguaje plástico que ha sabido encontrar en la desnudez sabiamente; su más rotundo medio de expresión”.
- Eduardo Chillida: “Ojos débiles / Visión perfecta / Delicado y tenso / Eusebio generoso”.
- Luis Gordillo: “La pasión de la exactitud”.
- Manuel Mompó: “Todos los colores del mundo extendidos en líneas de amor”.
- Manuel Viola: “Pintor del siglo XXI”.
- Fernando Zóbel: “Es difícil hablar claro cuando se mezclan admiración y afecto”. (5)
Pasando a comentar un poco algunas de las obras de la exposición que se inaugura aquí, quisiera hablar en primer lugar de la selección de los gouaches originales que se muestran:
- El primero de ellos es de 1966, y está inspirado en el paisaje, un motivo recurrente en la obra de Sempere, ya fuesen paisajes castellanos o aragoneses. Paisajes pintó durante toda su trayectoria, siendo prácticamente el único tema recurrente de sus últimos años, del 80 al 82. De ellos podemos destacar las dos series de “cuatro estaciones” pintadas en esta época, una sobre tabla y otra sobre papel Canson.
- El siguiente gouache es de 1976. Aquí reconocemos el tipo de obra que va a ser muy característica en la trayectoria del artista, con esa raya fina, colores grises y marrones cálidos de los que hace salir desde su interior esa luz tan personal y propia en la obra semperiana.
- En el tercer gouache, pintado hacia 1978, la geometría es predominante, con una raya ancha y colores puros como es el azul de la obra en cuestión. En esta época Sempere se centra en la investigación de cuestiones perceptivas.
En cuanto a la obra gráfica, se ha realizado una selección representativa de entre las aproximadamente ciento ochenta que realizó a lo largo de su vida. Todas las mostradas hoy aquí fueron estampadas por Abel Martín, a excepción de las cuatro estaciones, obra póstuma de 1988, basada en cuatro gouaches que el pintor realizó en sus últimos años, y a los que antes me he referido.
En el recorrido de sus serigrafías podemos admirar desde las inspiradas en las obras de su etapa de Paris hasta las obras pertenecientes a la carpeta denominada “Cántico Espiritual”, homenaje a San Juan de la Cruz. El número de colores utilizados en ellas es variable y a veces difícil de determinar por el ojo humano. Así es el caso de la serigrafía “Óvalo, para el Museo de Cuenca”, compuesta de treinta colores, o el “Otoño”, realizada con cincuenta y cinco.
Las obras escultóricas expuestas son múltiples realizados en diferentes fechas, con diferentes tiradas, en algunos casos interrumpidas al fallecimiento de Eusebio. Recientemente la escultura “Pirámide”, de la que aquí podemos contemplar un múltiple a pequeña escala, ha sido instalada en Alicante, tras muchos años en espera de su óptima ubicación. Esa obra fue donada por los herederos de Abel Martín con el deseo de mejorar la presencia de la obra escultórica de Sempere en la ciudad que él tanto amaba.
Y antes de los agradecimientos quiero hacer también mía la frase de Sempere: “No sé por qué, siempre he creído que hay que hacer algo por los demás”. Y yo en este caso es lo que he intentado hacer con esta exposición, poner mi esfuerzo en que todo aquel que venga a verla disfrute tanto como yo lo he hecho preparándola.
Para terminar quiero dar las gracias a Marie Claire y Jesús Cámara, por ofrecernos la oportunidad para exponer en esta magnifica sala, dar las gracias a Alfonso de la Torre por su presencia y, cómo no, también al Ayuntamiento de Rubielos y especialmente a su Alcalde, por su apoyo en este programa de exposiciones que nos brinda la oportunidad de ver las obras de los pintores y escultores de una generación irrepetible en el arte español.
Javier B. Martín
Julio 2009

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