miércoles, 8 de abril de 2009

ESCUCHANDO A NUESTROS MAYORES



Como cada mañana de esta primavera, aprovechando el sol que calienta, (como dice el dicho: “en Febrero, busca la sombra el perro”), se reúnen, entre otros, en la plaza del Chorro, Sento y Xugán. Les gusta mucho reunirse y retomar sus años vividos. No sé lo que ocurre, pero siempre se recuerdan con nostalgia. Hoy también está con ellos Toni. Más de ochenta años vividos y muchas cosas para contar. Más para contar que escuchantes, problema de la sociedad acelerada.

Viendo pasar sin cesar la gran cantidad de vehículos que transitan por la plaza, Sento dice que entre turismos, camiones y motocicletas, Onil tiene más de cuatro mil quinientos vehículos censados. Sento recuerda que cuando tenían ocho o nueve años había poco más de tres o cuatro coches en Onil. Uno de ellos lo tenía el Tío Peneque, un Ford de 1923, que lo tuvo a primeros de la década de los años 30. El mismo número de motos había en aquella época, y también algunos camiones como el del tío Quicorro ó Ramón Canarra. De la fusión de algunos de estos camioneros salió la empresa El Control, que más tarde pasaría a llamarse Unitransa.

-Hablando de camiones-, dice Toni, -la empresa de Vicente Tortosa, El de la roda del cavallet que todos los años, ¡casi ochenta que viene a Onil!, dejaron por aquellos años un camión abandonado en la era de Mejies.¡La de veces que hemos ido a jugar! Era uno de los lugares preferidos.

- Sí, las eras-. comenta Xugán -Solían ser lugares de juego para nosotros. ¿Recordáis la era del Pardo?, ¿la del Tío Romualdo Amat? Y como no la de Puncha, donde se empezó a jugar al Fútbol en Onil, en el año 1930/31 aproximadamente.

-Xugán- dice Sento -es uno de los pocos que queda que fuma cigarros liados a mano. Saca una vieja y raída petaca de tabaco picado, un estuche de papel de la marca Pay-Pay, y se pega un papel en el labio inferior. Luego, con dos dedos de una mano coge el papel horizontal, y con la otra vierte el tabaco enrollándolo con los dedos. Moja el papel con la lengua, y ¡a fumar!-. Se lamenta Xugán de ser un empedernido fumador, actitud que le ha llevado muchos disgustos de salud.

En la época de las restricciones, hacía hora extras en el campo, en el monte, o donde fuera, para poder comprar.

-Cuando trabajaba de albañil-, cuenta Xugán -fuimos al convento a realizar unos remiendos. Los días que estuvimos por las mañanas al iniciar nuestra jornada laboral, junto a las herramientas, había siempre unos cigarrillos. Al principio pensamos que sería un milagro, pero luego descubrimos que las monjitas nos lo dejaban para que se hicieran más cortas las mañanas.

-Mira Toni, tu prima María.
-¿De dónde vienes?
-Del supermercado de comprar detergente, y he pasado a beber. Antes este producto no lo comprábamos. Cuando vivía en el Serrallo, mi madre, como todas las madres, nos mandaban a La Coveta, cerca de La Peña la Sima a recoger Terreta per a escurar. Era el detergente para los utensilios de cocina, los cuales se quedaban relucientes. No nuestras manos, que sufrían con el contacto de este producto casero y barato.
Antes también veníamos a llenar el cántaro y botijos. Recuerdo que, cuando era joven, los Domingos, las amigas del barrio, cogíamos los cantaros y veníamos a la fuente que, como sabréis, no estaba aquí, sino en el centro de la plaza. Pero más que por el agua, era por ver la cartelera del cine (Teatro Cervantes) ubicado donde se encuentra El Tizio, y a la vez hacíamos planes para la tarde.

Entre semana también veníamos muy a menudo, pero esto eran horas de trabajo. De niña recuerdo que muchas de mi edad hacíamos de chachas o niñeras. Paseábamos niños pequeños mientras sus madres trabajaban en las fábricas. Los de edad de recibir el pecho los llevábamos a la fábrica por la mañana y por la tarde, para que su madre les pudiese dar de mamar. Con este trabajo, teníamos para merendar y nos quedaba algo de calderilla.

-El tiempo está inestable-, comentan - mira que Abril ha sido toda la vida... Acordaros cuando para fiestas se limpiaba y barnizaba puertas y arreglaban con tierra roja las calles… La lluvia era más seguro de adivinar que el calendario Zaragozano. ¿Recordáis?, te anunciaba durante todo el año los días de frió, calor, días de lluvia y que el hijo que estabas esperando nacería al cambio de la luna. Algunas cosas, muchas, sí las acertaba. A falta de medios de comunicación (bien estaba), igual que a falta de médicos. Recuerdo que cuando teníamos reuma, hemorroides o dolor de muelas se aliviaba llevando una castaña en el bolsillo. Y la tos-ferina se curaba bebiendo agua de siete fuentes diferentes. ¡Y lo bueno era que funcionaba!.
Como comentaba antes, el tiempo está inestable. Y todos estos niños que nos están escuchando, tienen que irse a casa. ¡Y no os creáis que son cuentos del capitán Amarillo!,
-Es verdad-. contesta uno con cara de espabilaete -Mi abuelo me cuenta a veces historias parecidas y dice que las vivencias de las personas mayores son tantas que necesitaríamos muchos días para poderlas contar.

Otro día seguiremos recordando.


Paco Mira / Jesús Gil

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